La semana pasada, un hilo de tragedia unió a los alcaldes de Los Palacios y Las Cabezas, mis compañeros Juanma Valle y Pepe Solano. Con un día de por medio llegaron las noticias del fallecimiento de un vecino al desprenderse el balcón de su casa en Las Cabezas y el infarto fatal de un joven en la piscina municipal de Los Palacios. Conociendo a ambos, me hago cargo de lo mal que han debido pasarlo, más allá de condolencias y frases compartidas en un grupo de whatsapp de alcaldías.
He conocido tres infartos este mes de agosto; el último, afortunadamente, se ha recuperado. No quiero frivolizar con la muerte, pero a veces surgen ocasiones. Cada persona muere solo una vez, excepto El Padre De Mi Amiga, que me recuerda a aquel personaje de Cortázar -El Que Te Dije- en El libro de Manuel; El Padre de Mi Amiga (o Amigo) es un gadget, en plan comodín, like A Ver Si… En varias de las películas que he visto en los últimos días, todas ellas basadas en relatos de Henry James, la muerte es protagonista principal, incluso a veces entre paréntesis (Los muertos) y todavía más allá: según Filmin, Suspense (titulada originalmente The Innocents) es la semilla de la que brotó Los Otros de Amenábar.
El aterrizaje suave (o despegue progresivo) ofrece la oportunidad de mejorar. La actividad política no puede ser una rutina, por mucho que existan dinámicas repetidas y fechas señaladas en los calendarios. Innovar y adaptarse exige una pensada sobre si es para mejorar la efectividad de tus esfuerzos. Por poner un ejemplo muy de andar por casa: en estas semanas me he preguntado mucho si es necesario repetir lo mismo (una foto, un vídeo, un texto…) en todas las redes sociales. Copiar/Pegar on and on. Me he acordado de la anécdota que contó al respecto Antonio Maíllo en el acto central de campaña de las europeas que hicimos en Sevilla. Sus alumnos (más o menos de la edad de mi hijo) opinan que la red social X es pura toxicidad, que Facebook es para viejos, no-sé-qué de Instagram y que la juventud entera está en TikTok. (Los blogs quedan fuera del cuestionario, obvio; y herramientas abiertas y alternativas como Mastodon, si se conocen, son desechadas al rincón del NPC).
El capitalismo de plataforma ha homogeneizado las redes sociales para diversificar (sic) productos de retortero, como las tazas y platos que regalaban Yoplait, Danone o Clesa coleccionando tapas de yogures. Tal vez hubo un momento de convivencia en el que Twitter era un panel donde colgar post-it con frases elocuentes, Instagram un álbum de polaroids de cierta calidad y Facebook un espacio virtual de (re)encuentro de amigas y amigos. En los manuales de Izquierda Unida para mejorar el uso de las redes sociales suele estar escrito que no es oportuno mimetizar, que cada lugar tiene su sitio (puede haber excepciones). Es algo a lo que voy a echar cuenta / hacer caso a partir de ahora; no por respeto a los Musk y Cía, sino por una cierta llamada a la acción de respeto personal: evitar eso que tanto criticamos (o guardamos bajo paciente silencio) en las decenas de grupos de mensajería instantánea donde, sea cual sea el motivo de su creación, al final se acaba rebotando lo mismo en todos.
En estos días he aprovechado la labor de chapa-pintura de este blog para volverlo a usar como diario personal (político y sentimental, que diría Francisco Umbral), con enlaces en la cabecera al videoblog (canal de Youtube donde guardo mis vídeos), la actividad puramente política (pequeños textos + fotos que subiré a Facebook) y la galería de imágenes editadas y con alguna temática (que voy archivando en Instagram). De esta manera, salvo en las ocasiones importantes, septiembre llegará con cada cosa estará en su sitio y evitando ser un déjà-vu más de las redes sociales.