Uno. Tiberio Claudio Druso Nerón Germánico. Para una vez que decido ver una serie de televisión, voy y me engancho a ¡Yo, Claudio! Apenas tenía 10 años cuando la pusieron y ni siquiera leí la novela de Robert Graves cuando la recibí del Círculo de Lectores.
Dos. Rayuela en el partido del Betis con el Vitoria de Guimaraes: Maga y Oliveira en el mismo equipo.
Tres. Una suerte de elegancia ochentera para rechazar una invitación: «Excusaré mi presencia / Iré a escuchar habaneras / en un viejo local / de falso ambiente tropical».
Cuatro. De Robert Graves leo: «El hombre hace; la mujer es—¿puede un jugador discutir con su suerte?». Creo que no pega mucho para el 8M, aunque caben interpretaciones.
Cinco. Los algoritmos me cuentan que «Has escuchado piano clásico y música de cámara los viernes por la noche. En la misma línea: música electrónica alemana, folk experimental, avant-garde, posminimalismo, música experimental coreana y coros contemporáneos».

Seis/Siete. La vida soñada de Miss Fran no es un peliculón, pero me ha gustado; y/o viceversa. Y el homenaje musical a David Lynch (cuando ella pone un cd y suena Mysteries of Love hasta que salta el hervidor en la cocina). Al personaje que interpreta Daisy Ridley le gusta su trabajo con hojas de cálculo, pero su mundo es bastante analógico. Me pidió Silvia que le regalase mi agenda cuando acabase el año, que le da tranquilidad verla. No echo de menos los mundos analógicos porque me he mantenido en ellos lo justo y necesario para sobrevivir en la jungla.
Ocho. Loquillo lleva hombreras: menos mal que nos queda ParqueSvr. (Y Alcalá Norte).