Pertenezco a ese ramalazo generacional

que, como Antonio Luque, observamos con cariño las viejas fotos de la primera comunión, pero decidimos que nuestros hijos crecerían moritos. Las mías (mis fotos), una en color de Estudio Alba y otra cutre en blanco y negro rotísimos, con tres amigos del alma, en medio del albero donde se cortaban las avenidas Reyes Católicos y Los Pirralos, entonces Cardenal Cisneros. Gracias a los abuelos comunistas, el asfaltado, las aceras y el agua potable llegaron años más tarde a esos barrios humildes de Dos Hermanas. Hoy sería un troleo peatonal marcarse un selfie en ese mismo cruce.

Etiqueto esta semana

con la canción Tes desirs font desordre, de Cali y Dominique A, una suerte de Insurrección dulce, banda sonora de un primer lunes de abril con María Cortijo ilustrando Estampa Popular Sur a nuestra cuadrilla comunista, resolviendo el enigma del retrato a lápiz que su padre nos dedicó hace décadas.

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I’ve changed my routine now I’m clean.

Resurrección rima con

Robert Wyatt: me paso la mañana redescubriéndolo por culpa de un artículo publicado en Nuestra Bandera (El intangible hilo rojo en la historia de la música pop; conquistas y rupturas), del que cabría una playlist (rebujo, que lo etiquetaba mi amigo Miguel Ángel Pernía cuando las casetes Basf, TDK, etc.) con RW, Los Prisioneros, la recopilación The Red Songbook del partido IWW, The Clash, Billy Bragg, The Housemartins y los indies June Brides, McCarthy (origen de Stereolab) o Gang Of Four.

Basta un cretino

para ponerte los pelos de punta. Lo cantan The New Raemon & McEnroe en Montañas. El algoritmo conduce la música más apropiada contra el acuaplaning. El agua de la mañana no cesa y aplasta cualquier esbozo enmarañado; llueve hasta dentro del aparcamiento subterráneo. La asamblea memorialista de Gavidia se muda por unas horas a la antigua cárcel de La Ranilla, es gente inasequible al desaliento, cubren las rejas con pancartas y banderas tricolor, colocan su simbólica Pico Reja sobre el acerado y hacen sonar Para la Libertad.

Gavidia en La Ranilla

Salí a buscar el rayo verde

en el horizonte troquelado de Madrid tras una jornada compartiendo reencuentros, historias comunes y nuevos caminos por recorrer. Resultó que cuatro o cinco señoras mayores pasaron por la puerta de La Nave; una preguntó qué sería aquello, otra respondió que una cosa de política y una tercera que todos los políticos son unos chorizos (confirmación del coro al unísono). En el viaje de vuelta, chocolatinas, snacks y galletitas de máquina para cenar, más cabezadas que miradas a los móviles o los libros, cansancio del sábado noche y repaso a las noticias de la prensa digital: en Diario de Sevilla, las veintitrés primeras entradas dedicadas a la semana santa (es verdad que la lluvia) y las ocho siguientes al expresidente del Betis (es cierto que el morbo). On the road terminé Socialismo de medio planeta y es tras ese the end cuando las dos citas del comienzo se clavaron en el centro de la diana, especialmente la segunda.

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Un fenómeno celeste no es tan espectacular.