Un día, por casualidad, alguien se deja abierta la puerta de su despacho y dentro hay una tablilla donde pone «Desocupa Sevilla». Tampoco es buena idea desayunar el sábado por la mañana leyendo sobre el gran timo del reciclaje de plástico, pero sí para disolverse entre las atmósferas de Xerrox.
Recorro entera la Línea 1 del metro, desde Olivar de Quintos hasta Ciudad Expo, para asistir al homenaje al artista Rolando Campos en Mairena del Aljarafe. Decíamos ayer memoria y feminismo, hoy decimos memoria y cultura, el museo al aire libre de las calles y las plazas, el arte del equilibrio a cielo abierto, la luz de la reparación histórica.
Nos hacemos una idea sobre el carácter de los personajes de la historia por sus obras, sus retratos, lo que leemos sobre ellos, o por sus biopics. Es fácil imaginarse a un Beethoven huraño y malhumorado, a una Virginia Woolf introvertida y enfermiza y a un Oscar Wilde descarado y narcisista. Pero no me imaginaba al pintor Turner como lo muestra la película de Mike Leight; quizá sí su manera de describir con (escasas) palabras lo que ve y piensa, y resulta creíble la escena en que se amarra al mástil de un barco a la deriva de una tormenta, pero no su aspecto de brutamante ni su rudeza, a veces entrañable, otras maldita.