Cuaderno de agosto (13).

Cuaderno de agosto (13).

Al levantarnos, muchos móviles con Android nos han dado los buenos días con una alerta por terremoto con epicentro cerca de Lisboa. En las noticias, la expresión recurrente es «inicio del curso político». En mi entorno doméstico, la trabajadora que recibe a mi hijo en el gimnasio de toda la vida (hace 40 años fue una discoteca) termina cada frase con emoticonos -cariño, cielo, amor…- y nunca escatima una sonrisa. A la vuelta, dos obreros sentados en la acera echan el rato del bocadillo sin hablar, con la mirada perdida, de espaldas a la fachada que están pintando. Algunos bares están cerrados por lunes de agosto.

Decía el concejal Román (ya jubilado) que quienes quieran tranquilidad que se vayan a vivir al campo, pero que luego no vengan pindiendo transporte público. La Plaza del Arenal sigue siendo, de facto, una estación de autobuses con los jardines y los espacios comunes más cuidados de la ciudad, pivote de entrada, paso, aparcamiento y salida del casco antiguo y puerta principal de acceso a Sevilla en tren de cercanías. Esto es: la noche silenciosa y la mañana más ruidosa de Dos Hermanas.

La última semana de vacaciones en modo aterrizaje. Como me temía, no ha habido desconexión, las carpetas nunca han dejado de saludarme desde una mesa del salón y acaso el bajón de llamadas de teléfono y cierto retorno analógico han rebajado a la mitad el uso político de las pantallas. Mi cerebro, como mi estómago, no cierra bien la espita y digiere mal en reposo; y se pregunta, como ser humano y zoon politikon, por qué I still haven’t found what I’m looking for.

Termino la serie de películas basadas en relatos de Joyce. Las dos penúltimas son retratos psicológicos de mujeres y hombres de rancio abolengo. Y Lorca responde: “En este momento dramático del mundo, el artista debe llorar y reír con su pueblo. Hay que dejar el ramo de azucenas y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a los que buscan las azucenas”.