Todos los días sucede la noche

Despedimos a Luis Monge, Luis el barbero, historia del PCE de mi pueblo, de la clandestinidad y la transición, con quien tuve la fortuna de algunas largas conversaciones en mis años de concejal, incluso visitas a su huerto en las afueras del barrio de Las Portadas. Muy cerca de donde le han ido a alojar en el cementerio, otro camarada inolvidable, Antonio Morales, El Chato, bondad y generosidad absoluta en vida, sentido del humor, genio y figura hasta en la lápida. 

En el café de sobremesa, el abrazo de celebración de la vida con Roldán, casetes de Moustaki e imitaciones de Forges en la Expo 92. «No sabía yo que te gustaba Moustaki..,» me escribe Miguel Ángel Márquez en Facebook. Le respondo que «por culpa de mi profesora de francés del instituto [Pilar Abad], que me prestaba los vinilos del departamento para que los grabara en casetes».

Jesús Marín me pone al tanto de la cuestión memorialista en Dos Hermanas, que se me va decelerando como ciudad dormitorio. He descubierto en nuestra sede local un hatillo de libros que he estado buscando en los últimos tiempos: toca catalogar. Me llevaré uno de ellos a Espartinas para que me lo firme su autor el martes de la semana que viene. En el prólogo de la obra, Francisco Espinosa recuerda una frase de Sabino Fernández Campos, quien fuera administrador tapavergüenzas del hoy denunciante emérito: «Todo el mundo debe procurar callar lo que es necesario callar para que no cambien las cosas que están bien establecidas». A la página siguiente, esas cosas bien establecidas se miran en el espejo de Queipo de Llano, que dijo el 27 de agosto de 1936: «Del diccionario quedarán borradas las palabras perdón y amnistía. Se les perseguirá como fieras, hasta hacerlos desaparecer a todos».