
Los niños son como […aquí una broma políticamente incorrecta…]: cada descubrimiento es una traca. Ayer, mi pequeño Marcelo me ayudó a tender la ropa y me preguntó si sabía que «hay un país muy grande muy grande que se llama Estados Unidos». Era la primera vez que mencionaba conscientemente al imperio (cosas de un capítulo de Doraemon) y, también, la primera que tendía unos calcetines con unas pinzas; en ambos casos, su emoción ante nuestra rutina.
El ser humano tiene la cualidad de sacar de quicio y emocionarse por lo más nimio; tal vez dejamos de ser niños cuando se nos olvida conservar la segunda y llevamos al extremo de la estupidez intelectual esa máxima de no perdonar ni una. No pongo ejemplos [políticamente incorrectos], pero sólo del día de ayer me salen noticias para tres o cuatro (debe ser por aquello de agosto), tan distintos y distantes como Peret y Tony Urbano.