Repasando periódicos atrasados de Mundo Obrero, me encuentro con cuatro frases apuntadas urgentes en la portada feminista del número 373, de marzo del 2023. Las busco por si las había escrito en el blog y aquí están:

«Hay que mirar con un ojo al camino y con el otro al porvenir», escribe Miguel Usabiaga, quien más adelante cita a Saint-Exupery: «Si quieres construir un buen barco, antes de poner a trabajar con los planos y la madera a los mejores ingenieros y artesanos, tienes que suscitar en ellos el deseo de la mar». En el suplemento de cultura (El mono azul), una referencia a Faulkner: «El pasado nunca muere, ni siquiera es pasado», que más adelante, en otro artículo, recoge el eco-bumerán de Zygmunt Bauman en Retrotopía («vivimos unos tiempos en los que parece más fácil transformar el pasado que el presente»).

Wim Wenders titula su película japonesa con el plural de una canción que Lou Reed (parece ser que) dedicó a su adicción a la heroína. El silente protagonista, Hirayama, trabaja en The Tokio Toilet, conduce de aseo público en aseo público escuchando clásicos de los 60 y lee Las palmeras salvajes, de (otra vez) William Faulkner, antes de dormir. Junto al tatami tiene una estantería donde guarda su colección de casetes, libros de bolsillo a 100 yenes y cajas con fotos que hace cada día en el parque, con su cámara de carrete de toda la vida, durante el descanso del bocadillo. Komorebi es una palabra japonesa que define el juego de luz y sombras creado por las hojas movidas por el viento. Solo existe una vez en ese preciso momento, pero Hirayama conserva, fotografiados, cientos de ellos.

Aquella portada garabateada con citas se ha convertido hoy es mi particular colección de instantáneas de luces y sombras en mi desprendida memoria de las lecturas mensuales de Mundo Obrero, cuyos ejemplares, amontonados y pacientes, han desfilado en procesión por mi mesa de operaciones, al estilo antiguo: tijeras recortando artículos señalados. Ahora tengo un nuevo ejemplar histórico, temático, un mix M.O.032023/042025. También tuve una estantería con casetes y libros de bolsillo, como Hirayama.