A quién le importa.

A quién le importa.

Bromeamos con Miguel Bosé, Íker Jiménez y otros negacionistas de la ciencia (y de la evidencia). Nos simpatiza saber que, cuando Kant pasaba por la plaza central de Königsberg, todo el mundo ponía su reloj en hora. Hoy, por desgracia, un whatsapp bien colocado por Miguel Ángel Rodríguez acabaría con la credibilidad del filósofo. Y sabemos que cualquier mindundi rellena y publica en redes sociales una plantilla en Canva, poniendo que en Alemania, Portugal, Francia, etc. los autónomos pagan 0 € de impuestos, y miles de personas lo compartirán escandalizadas; y que si cualquiera los contradice con datos extraídos de páginas oficiales o especializadas, replicarán que esas cifras están convenientemente falseadas para evitar celosas comparaciones.

El síntoma de esta modernidad es el eslogan de Nike “Just Do It”, que proviene de las últimas palabras de un condenado a muerte en 1988. Ese «Hazlo» + Alaska profetizando A quién le importa, más o menos de la misma camada. Los sionistas no tienen reparo en arrasar Gaza y solidarizarse públicamente con las víctimas de la Comunidad Valenciana. Neonazis y fascistas utilizan contra el Estado el lema revolucionario «Solo el pueblo salva al pueblo».

Pero todo esto que sucede, que da para mover la colección de libros distópicos apocalípticos a las estanterías de historia contemporánea, me suena a conversaciones de nuestros padres de cuando éramos adolescentes y me rebelaban al pensar en mi no future.

Por tanto, mi propuesta es que, en vez de carrilear a la juventud con turbulencias de abuelos cebolletas, pongámonos a su disposición cada vez que digan futuro. Eso, y homenajear a Gasset (Antonio), como ejemplo de la mejor manera de enfrentarse a la hostilidad humana.