No, señor Chávez, Ahmadineyad no es «uno de los grandes luchadores antiimperialistas de esta hora mundial». El presidente iraní es, simple y llanamente, lo pinten como lo pinten y se mire como se mire, un auténtico fascista.
Ya está bien de considerar que todo el que está contra el imperialismo norteamericano tiene patente de libertador de los pueblos oprimidos. Ya vale de creer en esa simpleza del conmigo o contra mí. Por esa regla de dos, la izquierda alternativa no va a ningún sitio que no esté apestado de lo mismo, siquiera en otra versión, contra lo que pretendemos luchar. Ahmadineyad y Bush están en distinto barco sólo por intereses que nada tienen que ver con las ideologías emancipadoras. En lo demás, en su visión de la trilogía libertad, igualdad y fraternidad, es más lo que los une que lo que los separa.
No, señor Chávez, no confunda: en ningún caso ese individuo, que se caga en los derechos humanos, tiene nada que ver conmigo. Y si usted lo defiende en nombre de algo parecido a lo que yo defiendo, es que algo estamos haciendo mal uno de los dos, usted o yo. El gobierno de Irán no es un gobierno revolucionario, sino un tirano al más puro estilo nazi. Que el gobierno de Irán esté en el bando de los enemigos del gobierno de Israel, como yo, no lo convierte en amigo mío. Los dos son nefastos para sus pueblos y los dos son, en pie de igualdad, nefastos para mí.
Pase que usted y su amigo tengan negocios en común con el petróleo y que eso revierta en beneficio del pueblo venezolano, cosa que no sé porque no dispongo de datos para afirmarlo o negarlo. Pero estamos hablando de dinero, no de socialismo. A fin de cuentas, también Bush tiene amigos dictadores a los que trata con algodones porque benefician a sus multinacionales. ¿Acaso es más enemiga la junta militar birmana por el hecho de tener allí a Union Oil of California? No, al menos no para mí.
Por tanto le invito, señor Chávez, a que superemos las contradicciones de la izquierda. Si tenemos unos valores, unas ideas y unos objetivos comunes, partamos de una premisa básica: un cerdo es un cerdo, aquí, en Caracas, en Teherán y en Rangún.