Leo sobre las Memorias de Jean-Marie Le Pen y anoto un par de frases brutales: una, relacionada con los tópicos del pensamiento ultraconservador sobre «la naturaleza» («La negativa a aceptarte tal y como la naturaleza te ha hecho es el vicio fundamental de las utopías modernas»); la otra, acerca de (su manipulación de) la historia: «Todos conocemos la fuerza que tiene. Quien controla el pasado controla el futuro, la moral, la política».
Cuando voy en tren se ralentiza el tiempo, un paréntesis donde no desenfoca leer periódicos atrasados, se interpretan con cierta coherencia los fracasos del mundo y hasta el porqué de mis peinados, aunque ahora, por lo que sea, suene más Alberto Montero que Antonio Luque. O porque mi hijo se va a subir en un avión y se va a pasar hora y media a nosecuántos miles de metros de altura y yo aquí abajo siguiendo su recorrido en Flight Radar.
El pañuelo es un mundo y el profesor de historia resulta que es el mejor amigo de un camarada de Sevilla. Y árbitro de fútbol, encima. Es un mundo, y hoy el azar de dos minutos antes/después ha madrugado en la SE40 con nuestro destino. Conversaciones con un experto en la magia de enmarcar bien, almuerzo poco y merienda ninguna.
Konrad nos despertó por el trueno que habría soñado Friedricht. Se fue la luz, como en los viejos tiempos, como en los tiempos de la primera entrega del carnés del PCE en Dos Hermanas -cuyas fotos está recopilando/escaneando Pepe Navarrete-, 1977 y con Carrillo aún en la cárcel y el evento camuflado en convite, por si los grises. Como en los tiempos en que Antígona y Benjamin sean superados por el fin de la cultura, si no ya.
Sábado. En Fuentes de Andalucía como en casa. Una cita de Julio Verne y una película de Jaime Rosales à bout de souffle. Recoger la ropa tendida al ponerse el sol más o menos en el Aljarafe.