Dolor de muelas del corazón.

Por fin acuerdo en Sumar. Ahora toca menos Zarzamora y más Tour para las Masas, remedar al grupo favorito de IDA que tocó anoche en el Primavera Sound, donde las divinas Julia Holter y Caroline Polachek me concilian con la música moderna de los USA. Los macrofestivales (y a veces los registros de coaliciones) devienen inhumanos y ecocidas, aparte la sensación de ir corriendo como pollos sin cabezas por túneles, pasillos y escaleras de Atocha para llegar tarde a ninguna parte.

Leo: «La abuela de todas las inteligencias artificiales del cine es la robot María de Metrópolis. A Fritz Lang se la coló su guionista nazi, pero en Estados Unidos no pillaron el asunto y censuraron la película por comunista». Hace pocos días revisité la película, de la que copiaría tantas cosas desde la misma tipografía de los títulos iniciales (similar a la de los títulos de mi blog) hasta el telón de cierre; he continuado con la filmografía de este director viendo Perversidad, Encuentro en la noche, Gardenia Azul y Más allá de la duda.

Tennis en la ruta de ida y vuelta a San Juan de Aznalfarache, donde nuestra asamblea ha valorado los malos resultados de la coalición (pasamos de 3 a 1) con ojos vista al futuro a corto y largo plazo. Conversaciones sobre educación y ópera en el post-debate (la fortuna de tener una militancia con un pie en la política y otro en la cultura).

Mi amigo Antonio Prieto vuelve a Suecia y me regala esa edición de La madre que intercambiamos en conversaciones frente a frente y por mensajería instantánea. En el extenso ensayo introductorio de la obra -que, entiendo, es de la traductora Bela Martinova- explica que el seudónimo del «romántico de los fondos» Alexéi Maximovich Peshkov, Gorki, significa «amargo» en ruso, y que dejó una nota escrita en su fallido intento de suicidio, con 19 años, que decía: «Culpo de mi muerte al poeta alemán Heine, que inventó el dolor de muelas del corazón».