Más de una hora de conversación con el maestro Juan Morillo: poco me parece después de un mes largo sin decirnos apenas cuatro líneas de whatsapp. Que al colgar me sobran pantallas para un plan multitarea. (Mi amigo el Lote era el que decía lo de charlar «abriendo ventanitas como el Windows»).
La mañana llega con una nueva noticia trágica en Las Cabezas; en política municipal uno nunca se cura de estas cosas, es pura cercanía para lo malo y lo bueno. Y en la vida, uno nunca se cura del minuto siguiente, y así diremos una y otra vez la misma frase hasta the final countdown. Siempre se habla de disfrutar, tempus fugit, siquiera de las pequeñas cosas, de la hora de la siesta para un álbum de actrices:
Para no olvidar sus nombres (soy incapaz de recordarlos).
Tal vez no las más conocidas, quizá no las mejores.
(No entiendo de cine).
Simplemente me emocionaron en sus películas, en sus interpretaciones,
en la profunda humanidad de sus personajes,
o en la belleza de una escena.
Ellas, porque el mundo está sobrado de ellos.
La última imagen prendida (y prendada) es de Patricia López Arnaiz, protagonista principal de Nina, una película dirigida por Andrea Jaurrieta, que (la verdad) no me convenció demasiado.