Una persona, una militancia.

Una persona, una militancia.

Todo apunta a que no bastan los memes para combatir al neofascismo (en redes sociales controladas por sus progenitores). A que el debate no es si la mayoría del pueblo americano está loco o es que «hay que entender» lo que allí pasa (ya basta de paños calientes, hipocresía y paternalismo). Si lo verdaderamente dramático, para quienes ya tenemos una edad, es el futuro que vamos a dejar a nuestras hijas e hijos. Si la mayoría de los habitantes de este mundo multipolar no es como ellos (y la consigna Make America Great Again así lo certifica), lo único decente que nos queda es ser y hacer todo lo contrario de lo que hacen ellos. Porque está demostrado que pretender parecernos a ellos en nombre de la geopolítica y la diplomacia es lo que nos está acercando, cada vez más, al oscuro sumidero de la humanidad. Que nunca, nadie, en ningún lugar, nos acuse de no haberlo intentado. Que nadie, nunca más, en ningún sitio, lo llame como lo llame, diga que ya no es tiempo de lucha de clases.