Viernes noche en un coloquio sobre Gramsci. Caminando hacia el CICUS me sorprendieron las calles iluminadas, el escaparate de bañistas en San Bernardo, personas bailando «A quién le importa» en la puerta de un bar de copas, mujeres asiáticas barriendo las aceras de los restaurantes para turistas. Pero, sobre todo, me sorprendió llegar a un salón abarrotado de jóvenes y no-tan para escuchar a Daniela, Sarrión y Sierra compartiendo maestrías sobre hegemonía cultural, comparaciones odiosas con Laclau y rompeolas de significantes vacíos.
Dice Paula Garvín que Francisco Sierra escribe mucho porque es ‘el hombre que no duerme’. Yo muero si duermo poco, de ahí mis lecturas, músicas y escrituras a porrazos, en los trayectos solitarios de coche, metro o cercanías, los (a veces) interludios de cafetería y algún cabo suelto en casa. Según la hora solar o tu momento, on the road emocionan más las canciones. Wilco me ha fascinado hoy con su versión de Space Oddity, donde Bowie habla de Major Tom, un astronauta que viaja al espacio y que «corta su comunicación con la Tierra para aventurarse en el frío vacío entre las estrellas».
V de Victoria: el mando que abre la puerta de mi coche se quedó sin batería antes que yo. La esclavitud de la tecnología. Menos mal que fue en Dos Hermanas y a una hora prudente, porque mi maletín del trabajo estaba dentro y lo necesitaba para cubrir la asamblea que celebramos en mi pueblo. Pude ir a la tienda de los padres de nuestra compañera Laura para cambiar la batería (del mando). Con las de hoy (San Juan de Aznalfarache y La Rinconada) llevamos 17 asambleas celebradas en apenas 12 días, todo un récord, todo un esfuerzo bien recompensado. Misión cumplida: llegaremos a las 20 al terminar las dos semanas que nos marcamos de plazo.