Mi agradecimiento a las personas que habéis recordado en vuestros perfiles de Facebook a Concha Caballero, a quien perdimos un 21 de enero de hace seis años. Aquellos días fueron tan complicados para mí que, a pesar de ser su niño (María Izquierdo era su niña), ni siquiera tuve la posibilidad de asistir a su despedida. Es algo que, desde la perspectiva de hoy, no puedo perdonarme.
Diez días más tarde nos fulminaron del gobierno andaluz y, personalmente, di por cerrado mi ciclo de dedicación a la política institucional. Recuerdo que, en la oficina del paro, una mujer que conocía de cuando estaba en el ayuntamiento se echó a llorar al contarle el cambio de rumbo.
El 23 septiembre siguiente, la vida dio un volantazo inesperado: me propusieron y votaron como coordinador provincial de IU Sevilla. Inevitablemente, Concha Caballero estaba allí, en mis torpes palabras de cariño hacia ella ante una tribuna donde tantas veces la escuchamos, en la memoria de mis compañeros y compañeras, en la presencia cierta, sonriente al fondo de la sala, de mi querido camarada Antonio Luis Girón.
El mundo ha cambiado en un chaparrón de aspectos durante estos seis años, pero otros, entre ellos muchas de las enseñanzas que Concha nos dejó, son inalterables.