El 1 de mayo es una fecha emblemática que conmemora la lucha histórica y global de la clase obrera por la justicia social y la dignidad laboral. Como sabes, su origen se remonta a una huelga que tuvo lugar en Chicago, allá por 1886, en la que los trabajadores demandaron la jornada laboral de ocho horas, enfrentándose a la represión y la condena a muerte de los llamados Mártires de Chicago. Desde entonces, esta jornada simboliza la resistencia contra la explotación capitalista y la reivindicación de derechos laborales fundamentales.
En España, la conmemoración del 1 de mayo ha tenido una historia marcada por la resistencia y la represión, desde las primeras manifestaciones en 1889, su posterior legalización y reconocimiento como festivo nacional en la Segunda República en 1931, y la prohibición durante la dictadura franquista. Hoy, esta fecha sigue siendo un momento clave para denunciar la precariedad laboral, la desigualdad social y las reformas laborales regresivas que han debilitado los derechos de la clase trabajadora.
La lucha por la reducción de la jornada laboral, la mejora de las condiciones de trabajo, la erradicación de la precariedad y el desempleo, y la conquista de un tiempo libre de calidad son objetivos inseparables de la lucha por un modelo económico y social basado en la justicia, la igualdad y el control democrático de los medios de producción. La movilización del 1 de mayo debe ser un llamado a la unidad y la organización de la clase trabajadora para avanzar hacia un gobierno y un sistema que priorice los intereses populares y no los beneficios empresariales.
Pero también debe ser ocasión para denunciar las contradicciones del sistema capitalista que, en su lógica de beneficio, fomenta la guerra como motor económico. La guerra genera puestos de trabajo precarios y efímeros en la industria armamentística y sectores vinculados, pero a costa de la destrucción de vidas, derechos y condiciones de vida dignas para la mayoría.
Por ello, este 1 de mayo debe ser también un día para reafirmar el compromiso con la paz, la solidaridad internacional y la lucha contra el militarismo que precariza el empleo y destruye vidas. La clase trabajadora debe oponerse firmemente a la idea de que la guerra sea una fuente legítima de empleo y exigir que los recursos se empleen en la creación de trabajo estable, en la reducción de la jornada laboral y en políticas sociales que mejoren las condiciones de vida de todas las personas.