No soy fan de Antonio Maestre porque se pasa de frenada con frecuencia, pero lo veo incontinente antes que contingente y le reconozco su ingenio en el uso de la argumentación popular: «Los tontos de la bandera tienen una función definida y repetitiva: restregártela por la cara y cuando les apartas la mano aludiendo a tu espacio personal acusarte de antiespañol». Sus columnas y tuits son (a veces) nutrientes para el desayuno.
Me arreglo para salir al parque con mi hijo. Mientras me aseo escucho ‘Call the Comet’, la obra con que Johnny Marr debió poner los dientes largos a Morrissey. Estos primeros días de año saben a otros, al principio somnoliento con un bebé inquieto de la mano, luego un pequeño tirando de un camión amarillo de juguete o empujando un carrito color rosa chicle, más tarde en bicicleta sin pedales y ahora con patines, balón de baloncesto o raquetas… pero siempre el (un) parque, las hojas caídas y la sensación de que en cualquier momento vas a escuchar un vals de Strauss.
Más o menos a la mitad de su autobiografía, Brett Anderson define: «el arte suele ser un proceso de documentación, interpretación y canalización de las propias experiencias que las convierte en algo que habita en un lugar situado más allá de la realidad». Cuando leo en ‘Mañanas negras como el carbón’ sobre la relación con su padre, pienso en la mía con el mío y su influencia en mí. Y me acuerdo del duro trago de no hace tanto, poco más de un lustro, en que le dije que mi madre acababa de morir. La escena se perderá por incomparecencia de los actores, afortunadamente, pero aún no he podido huir de aquello, de cómo se lo comuniqué y su reacción, dos gotas de agua en el salón de aquel piso bajo del ‘Espolón’, donde me crié y me nacieron las conciencias.
Indagando por la vida y la muerte de Jean Seberg descubro que la historia narrada por Juan Madrid en ‘Gloria bendita’ es gloria bendita al lado de la maldita realidad. Menos mal que nos queda el París de ‘Al final de la escapada’ y la gran belleza de ‘Les hautes solitudes’.
Humor ingenioso, aplauso:
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