La frase es de una canción nueva de Tórtel y tiene todo el sentido en estos tiempos en que las sorpresas llegan por causalidad, no por casualidad. Nadie vota a Rajoy, nadie es racista, todo el mundo se escandaliza por la corrupción o los índices de audiencia de los programas basura.
Somos lo que escondemos y luego, claro, llega Pedro Sánchez y le suelta a Évole todo lo que tenía guardado, todo aquello de lo que había renegado una y mil veces cuando tenía motivos personales para ocultarlo. No me extraña que se haya ido Leonard Cohen el mismo día que ha llegado Trump: margaritas a los cerdos.
Lo que escondemos es la trastienda del ser humano, pero muchas veces eso que criticaba Gramsci cuando hablaba del sentido común. Desde las negociaciones acorazadas del TTIP hasta los dispositivos que llevan algunas camareras de piso en algunos hoteles para controlar sus pasos, o los contratos de 20 minutos al día que se llegan a realizar a trabajadoras de los comedores escolares, como me han contado hoy representantes sindicales del sector. Escondemos que en la trastienda de Zara hay esclavos trabajando en el extrarradio del extrarradio del Club Bildelberg, y que detrás de los 4,5 euros por menú que pagan las familias para que sus hijos coman en el colegio, hay monitores/as, cocineros/as y transportistas con contratos de dos horas diarias que ganan ciento y pico de euros al mes.
Hoy me he visto con representantes sindicales del llamado «sector de la restauración colectiva». Cuando vas a la cafetería del Hospital de Valme, o a Torre Triana, o dejas a tu hijo/a en el comedor escolar, estás asistiendo a la lógica del sentido común mercantil, según la cual la propia Junta de Andalucía especula favoreciendo la entrada a saco de las multinacionales en los comedores escolares, redactando pliegos de condiciones que no priman la calidad de la comida que ofrecen, ni mucho menos el respeto a las condiciones laborales de los trabajadores y trabajadoras. Lo que hace la Junta es adjudicar el servicio a quienes paguen más por quedarse con el pastel. Y si una empresa paga más a la Junta, las dos únicas forma de obtener beneficios son reducir los costes salariales y reducir la calidad de los menús que ofrecen. Conclusión: de esos 4,5 euros del menú de un/a niño/a, poco más de un euro es el coste de la comida, y del resto salen los salarios y el beneficio empresarial.
El sentido común dice que somos lo que escondemos, Susana Díaz. Frente a eso, partisanas y partisanos del mundo, uníos.
La imagen de arriba es de una calle de Olivares, donde he echado la tarde noche con compañeros y compañeras de allí, de Espartinas, Villanueva del Ariscal, Albaida, compartiendo impresiones sobre el Plan de Acción Federal y de IU Sevilla.