Pasó el siglo en que los pantalones rotos

de Kurt Cobain hacían juego con las camisetas del Che y los obreros que levantaban los cubos del Kursaal comían en el bar Ondarra, cuyo dueño cantaba en La Buena Vida a las afueras del auditorio el mismo día que Ainhoa Arteta lo inauguraba dentro.

20240328_223208

No sé dónde encontré hace dos años la frase: «La vida real no es como en las películas, pero nuestra vida tampoco es real». Tal cual la he buscado en Google y no me aparece (alguien me pregunta si no será mía), pero leo las redes sociales y, efectivamente, si la realidad y la ficción son líneas paralelas que se cruzan en el infinito, éste ya ha llegado.