Miedo rabia tristeza alegría.

En la plaza de mi pueblo, como en las plazas de la mayoría de los pueblos, había un casino donde cada noche gorroneaban el cura, el terrateniente, el jefe de la comandancia de la guardia civil, el juez de paz y el alcalde franquista. El cine patrio de los 80 reflejó muy bien aquella España, lo mismo que la España de hoy se parece más a la catalana Rosalía cantando por bulerías en Fibes (o, frivolidad mediante, a Piqué entre el público viendo cómo premian a Shakira), y mucho menos al espectáculo hiperbólico que dieron las derechas dentro y fuera del Congreso.

Las emociones más potentes del ser humano, por este orden, son el miedo, la rabia, la tristeza y la alegría. Se lo escucho a una experta en educación emocional aplicada, quien también afirma que el miedo tiene la ventaja animal de servir como alarma mental para proteger nuestra integridad. Esos chaparrones de la intimidad, en idéntico orden, se están dando ahora en las calles, los comedores, los centros de trabajo, los juzgados, los cuarteles y las iglesias de este país, y es nuestra misión protegernos, librarnos del mal y derrotar a los rubiales de cada espacio vital para conseguir que la alegría escale puestos y se convierta en la ventaja que venza al miedo.

Aún no ha amanecido en el centro de salud de Bellavista cuando varias embarazadas permanecen sentadas en sus sillas portátiles, aguantando la espera porque necesitan (lo que se llama) su parte de confirmación. Madrugan para tener cita con su médica de familia, que es la única que puede darles ese parte. La foto que retrata la escena es de ayer, pero recuerda a los tiempos del blanco y negro.

A la misma hora, las 7,30 de la mañana, escribo a mi compañera diputada en el Congreso, Engracia Rivera, mientras Dani Llamas canta «Ponme tu cabeza en el hombro, camarada» en un precioso tema compartido con The New Raemon, titulado La guerra ha terminado. Una hora más tarde, el profesor pregunta a sus alumnos si tiene algún familiar que se dedique a la política. Mi hijo levanta la mano y el docente dice: «Bueno, voy a hablar mal de los políticos, pero esto no va por tu padre, Marcelo». Pocas asignaturas más plurinacionales que la biología.