Viernes a mediodía, escribo en mi cuaderno:
Cada mañana, en el recorrido a la escuela, las enseñanzas, el diálogo. Hoy tocaba hablar de la contaminación, mientras en la radio las medidas de Carmena en Madrid, recordando aquella imagen (no la he encontrado en google) de una calle con un autobús lleno y la misma calle con sesenta coches. Mi pequeño estudiante no sabe, no conoce, le enseño una fotografía de la ciudad con boina de CO2. Welcome to Mordor.
En la tarde, Osuna, cada día descubro más belleza en este pueblo. Con nuestro eurodiputado Javier Couso en la Casa de la Cultura, un relato geopolítico bien armado, repleto de datos y hechos conocidos que los medios del sistema se encargan de olvidar en noticieros, tertulias y editoriales. Pero, más allá del relato, Javier Couso es distancia corta: en el diálogo con el público, o más tarde, tomando una cerveza en pequeño comité. Se puede ser transparente sin sentar cátedra, ser realista sin abandonar la proyección ideológica de lo posible.
Por desgracia, supimos lo de París cinco minutos después de esta foto. De vuelta en el coche hacia su hotel, en vez de continuar con la charla, todo el camino escuchando la radio (de hecho él tenía que salir precisamente para París a primera hora, y ni siquiera sabía si podría tomar el avión).
Decenas de canciones nos hablan de lugares posibles que un día, o quizá nunca, alcanzaremos. Aquí una de ellas:
Cuando estéis cansados de todo / A un paso de atravesar el canal / Uníos a mí Antes de que la vida se escape / Antes de ganar la otra orilla / Uníos a mí / En Éléor