La naturaleza imita al arte

Nunca retroceder, pero a veces es sano frenar un poco, sin miedo al síndrome FOMO (fear of missing out, el pánico a estar perdiéndonos algo) y consciente de que no es cierta esa ubicuidad que te atribuyen a veces, casi siempre con mucho cariño. Asumiendo la nomofobia (sic) y, en cualquier caso, que Casablanca ya está aquí y que siempre nos quedarán los grupos de WhatsApp.

Sigo las estadísticas de visitas del blog: son un telescopio; los ‘me gusta’ de Facebook también lo son, pero sólo para las fotos: con los textos, las estadísticas del blog dicen que los megusta miran el telescopio por la lente equivocada. Las estadísticas son segmentos que desmienten el vacío al otro lado, hay que vigilarlas como a los parquímetros de Bob Dylan.

Pero las estadísticas adquirieron calor humano en la manifestación del 1 de mayo. Puedes levantarte un día bajando en la rueda y a media mañana llegar alguien y decirte que le encanta todo lo que escribes, y eso basta para que la rueda vuelva a subir e incluso soportar una escalada. Algo tan sencillo como eso: como el azúcar en el té, una pizca lo endulza todo. Para unos será conformarse con poco, otros sabemos valorar a quienes no te miran como a un extraño en el escaparate.

Cada gesto amable, de cercanía, es una deuda de agradecimiento que compensa lo incontable. No existe ficción que no sustente una realidad, por eso en todas las vidas hay un personaje que se llama El Que Te Dije.

Hay dos calles; una va a la izquierda, la otra a la derecha. Andrés decide: «por supuesto izquierda dado que la naturaleza imita al arte».

Cortázar, Libro de Manuel