‘La plaga’, una película realista y honesta de Neus Ballús

Cada mañana, Maribel ejerce de prostituta en un sendero a las afueras de la ciudad, donde se cruza con Raúl, un campesino que intenta hacer agricultura ecológica.

Iurie es moldavo, durante el día trabaja para Raúl y por la noche se entrena para el campeonato de lucha libre. La anciana María, vecina del campo de Raúl, tiene que dejar su casa para irse a la residencia donde la atiende Rose, una enfermera filipina que acaba de llegar al país.

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Lucky: la sonrisa del galápago

A las ocho de la tarde hay dos personas en la sala de cine. Se ilumina la pantalla y aparece un paisaje desértico, un saguaro enorme y un galápago atravesando por una esquina. Nunca la Alameda de Sevilla había estado tan cerca de la frontera con Arizona; salvo, tal vez, hace 10 años, cuando tocaron Yo La Tengo en el festival Territorios.

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El joven Karl Marx: la película

Escribe la antropóloga May Seseña en Dígaselo con Marx que «El éxito de El joven Karl Marx, película estrenada en 2017, es lo que sugiere de encuentro con la historia. Un París de 1844 donde el filósofo alemán, tras exiliarse, conoce a Friedrich Engels, quien investiga el nacimiento y la situación de la clase obrera británica. Karl y Friedrich construyeron una amistad para toda la vida».

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Adiós, Martín

Martín, en Martín (Hache).

Eso de extrañar, la nostalgia y todo eso, es un verso. No se extraña un país, se extraña el barrio en todo caso, pero también lo extrañás si te mudás a diez cuadras. El que se siente patriota, el que cree que pertenece a un país, es un tarado mental. ¡La patria es un invento! ¿Qué tengo que ver yo con un tucumano o con un salteño? Son tan ajenos a mí como un catalán o un portugués. Una estadística, un número sin cara. Uno se siente parte de muy poca gente; tu país son tus amigos, y eso sí se extraña, pero se pasa.

Martín (Hache) es una de esas películas que te marcan en la vida, como la Trilogía de Kieslowski, Film Socialisme de Godard o, por ponernos menos estupendos, Amanece que no es poco. Por sus diálogos, por la belleza total de Cecilia Rot, por el descaro del personaje que interpreta Eusebio Poncela y, sobre todo, por Federico Luppi.

Descansa en paz.

La teoría sueca del amor

Un título llamativo, una imagen poderosa, drones grabando desde el cielo, efectos visuales y auditivos (potente banda sonora), la pulcritud en modo efectos especiales, un comienzo provocador, una lanza atravesando el abdomen de un etíope y un final con el sociólogo de moda (que falleció poco después). Con estos aderezos, dan ganas de ver el documental, ¿verdad?

Luego, en realidad, lo que ves no me parece para tanto. Lo que deja en el aire, sí: las preguntas, las reflexiones y las sospechas que provoca, dan para una tesis doctoral. Mi camarada Ángel lo haría genial (de hecho, en su tesis cita varias veces a Bauman).

La mano invisible: Arte y Parte

El arte como actitud. Cuando hablo de generar redes, no sólo me refiero al activismo de la calle, ni a ir a todas las manifestaciones, ni a defender todas las causas difíciles. La respuesta social es un collage donde unas personas están en las mareas, otras en los tajos, algunas parando desahucios y las más educando, haciendo pedagogía en valores humanos y generando un futuro distinto desde el ámbito familiar.

Esa composición se teje también con libros, películas, canciones y exposiciones plásticas, lo mismo que dando clases en el colegio o repartiendo folletos en la plaza de abastos del pueblo. Incluso en las instituciones: no estando en venta tu conciencia, sabiendo a quién defiendes y por qué.

Esa actitud existe, sólo hay que tenerla y sumarla. La he encontrado en La mano invisible, película cooperativa dirigida por David Macián, basada en la novela homónima de Isaac Rosa. El séptimo arte provocando e invocando a la conciencia de clase donde más falta hace: convirtiendo el trabajo en un espectáculo, empujando al abismo a una limpiadora, un albañil, un mecánico, una costurera, un camarero, una montadora de piezas, un mozo de almacén o una teleoperadora, avocando a decidir entre ser peones de ajedrez o romper el tablero.

La película sólo ha tenido dos pases en Sevilla. Por suerte, en el segundo (que ha sido este jueves) ha estado el director, con quien hemos podido echar un rato de conversación al final. Él también es parte de nuestra red.