Es wird wieder gut.

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Mi móvil me planta la estadística en pleno desayuno: 3 horas y 36 minutos diarios de uso de la pantalla; eso equivale a robar semanalmente un día completo de presente distópico vía Telegram, WhatsApp o Chrome, sin contar el manejo de otros dispositivos, como la tablet o el ordenador. A saber las dioptrías derramadas desde aquel primer smartphone HTC que usaba hace tres lustros, si bien compensadas (al menos para quienes suspendemos en orientación), con los kilómetros ahorrados gracias al navegador que, por ejemplo hoy, me ha llevado a un punto muy concreto de Gelves, sabiendo a qué hora salir, el estado del tráfico, la mejor ruta y la hora casi exacta de llegada (siempre puede haber un error, siempre te puedes equivocar).

Ayer vi Un amor, la película de Isabel Coixet. Hay una personaje, llamada Roberta, que tiene demencia senil y habla de aviones sobrevolando un convento en ruinas. Me acordé de los últimos días de vida de mi padre; él también me hablaba de aviones plateados cruzando los tejados. Un amor es (retorcidamente) perfecta cuando estás dentro de ella, como Es wird wieder gut, la canción de Max Raabe y Palast Orchester, que la envuelve entera (idéntico acierto tuvo Coixet con Hope there’s someone en La vida secreta de las palabras). Las preguntas fluyen cuando sales de la sala y algunas piezas narrativas de la historia no encajan con la vida real, pero: 1) por eso son películas; o 2) ¿quién puede afirmar 100% ese desencaje?

Coordinador de Izquierda Unida Sevilla.