Bilbao.
A mi hijo le sorprende que cualquier calle, cualquiera plaza, cualquier elemento urbano es aprovechado por el activismo político. En 12 kilómetros a pie por Bilbao es imposible ignorar el genocidio en Palestina, está rotulado en las paredes, en los andamios de las obras, en la puerta del gaztetxe, del sindicato, del colectivo feminista; incluso en la puerta de la iglesia de la Encarnación, junto al horario de misa, alegato y rechazo a bolígrafo. Mientras, a escasos kilómetros de mí, una enorme bandera humana guarda silencio bajo el sonido de las sirenas.