Secretos, aforismos, obreros dandis y nieves perpetuas

Si quieres darte el placer de desvelar un secreto y que nadie lo descubra, cuéntalo en un libro. Algo así le he leído a Antonio Luque (Sr. Chinarro), no sé si en una entrevista o en su blog. A pesar de la saturación de memes y la superposición de medios, casi nadie se niega a entrar en los códigos que nos imponen como usuarios, así que me imagino la ilusión de escribir como un gesto de rebeldía frente al swipe y a los hablaítos, a los aforismos de Facebook, a las fotos y a los vídeos cortos en las redes sociales, a las cámaras de los móviles con captura de stories de diez segundos.

«Tus pulgares se merecen un descanso, tu vida social no». Te burlabas de los gadgets de la teletienda: no has visto el dedo tinder. Dejar de pensar se merece su propio rincón. Te burlabas de Slave to love en los ochenta, disfruta del slave to the like.

Dice mi vecino que le gusta hablar conmigo de política porque parezco una persona tranquila. Mi estómago y mis ojos se rebelan contra el concepto, las terminaciones nerviosas casan mal con el runrún constante del cerebro. La experiencia me dice que la mayoría de las personas que opinan como mi vecino encuentran a alguien que las quiera escuchar sin interrupciones para mirar la agenda ni el reloj, aparte de mi timidez contribuyente. Mi timidez es como la conjunción de algoritmos y apariencia humana en la nueva voz de mujer de Google Maps, pero al revés.

Voy a salir unos días fuera, no es a Valparaíso ni es el fin del invierno como cantaba Auserón en Oscuro Affaire, «vestiré como un dandy (worker), daré largos paseos, pensaré en los detalles de mi próximo plan». Volveré el viernes, estaré conectado, como las nieves perpetuas de las montañas más altas. Todo el mundo tiene un secreto que escribir en un libro.

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