Todo en orden dentro de la gravedad:

en plena superbowl de la hipocresía política, la caverna mediática envía sus tractores en socorro de Feijóo, mientras Ayuso duda entre el beso de Taylor Swift o el neocountry de Beyoncé. Narcolanchas y cayucos, intermitencias de la muerte.

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El viento ha esparcido naranjas por toda la ciudad. Me ha traído el pasaje nocturno de la chica que recoge manzanas en La zona de interés, dirigida por Jonathan Glazer: un chalé adosado al muro de Auschwitz, el lujo y la lujuria criminal del comandante nazi y su familia, la normalización de la locura, la banda sonora de los disparos, los gritos desgarradores y el humo de las cámaras de gas. La novedad de esta película está en su crudeza brutalista, semejante a la que hoy practica el sionismo en Gaza, no muy lejos de las lágrimas de Milei ante el muro de las lamentaciones. Desde El padrino, ninguna impostura tan inhumana como el llanto.

La barra espaciadora de mi teclado hadejadodefuncionar. Desde hoy la llamaré Fran Capo, capaz de leer Los tres cerditos en 12 segundos. Debe ser esa tendencia a la memoria vegetal de la que hablaba Umberto Eco, puesta a prueba en la primera reunión matinal de la Oficina Parlamentaria de Sumar Sevilla y, algo más tarde, tomando notas en la videoconferencia de coordinación de IU Andalucía. El papel me lo aguanta todo mientras no lo censuren mis dioptrías.

A las 19,00 no he faltado a la cita de apoyo a Palestina que cada lunes comienza en Plaza Nueva de Sevilla. Esta vez no he completado el recorrido por aquello de los imponderables, y he vuelto, una vez más, ensayando el paso tranquilo (a ratos sórdido) de Jep Gambardella en La grande bellezza. He llegado a la puerta de casa justo a tiempo para ver a mi hijo aterrizar de su clase de inglés.