¿Nos atrevemos a llamar «empleo» a eso que dicen las estadísticas del Ministerio de Trabajo? ¿Es empleo eso que hacen en Procavi, echar horas gratis durante semanas y encima subvencionado? ¿Es «tener trabajo» estar de becario/a sustituyendo a quienes se van de vacaciones, es un privilegio ser becario de Michelín? ¿Hay que quitar de las cifras de paro a quienes echan un par de horas al día y perciben 100, 200 ó 300 euros al mes? ¿Qué hacemos con el 60% de personas sin empleo que oficialmente no están en las listas porque ya han dejado de buscar trabajo? ¿Cómo se computan esas decenas de miles de contratos de un día de duración? ¿Cómo tratamos ese 45% de horas extra que se realizan y no se cobran? ¿Y qué hacemos con los cientos de miles que se han fugado al extranjero?
Ayer hablaba Alberto Garzón del goteo. Ponía el ejemplo de las migajas que caían de una mesa de comensales y recogían quienes estaban debajo. Hoy todas las tertulias lanzan las campanas al vuelo por las extraordinarias cifras del desempleo de abril, con pequeñas rendijas para el 91% de contratos temporales, a tiempo parcial, o la mitad de personas que no tienen cobertura, o la virtualidad de una semana santa de camareros de bares y camareras de piso.
Un desarrapado que recoge y se fuma una colilla tirada al suelo es la metáfora de esos 20 millones de españolitos y españolitas que no pueden arreglar el frigorífico o la lavadora si se les estropea; los gorriones que se suben en una mesa de un velador a picotear los restos de los platos y de los paquetes de patatas fritas representan ese realismo hiperbólico del que habla Juan Clemente cuando presenta su libro: aquí, abajo, nos quedamos con las migajas de los presupuestos de Montoro, las empresas públicas privatizadas, los cientos (o miles) de millones de euros en mordidas, corrupciones, saqueos, volquetes de putas y giradores de puertas.
Baja el desempleo, crecen las desigualdades: la ecuación mágica de la nueva macroeconomía. Felipe González decía aquello de «es mejor tener un trabajo que no tener nada»; si eso es a lo que aspiramos, si no somos capaces de rebelarnos como sociedad ante eso, los vencedores de la crisis han consumado el milagro. Enhorabuena a los premiados.
Indignación es la primera palabra que me viene. Pedagogía es la segunda para explicar y coordinar a las fuerzas vivas de panorama laboral, aquellas que producen y no se benefician de las plusvalías. Inevitablemente la tercera es Revolución.