como los anacardos: al pelarlos, hay que evitar el ácido para poder llegar al fruto». Lo tengo subrayado en la página 101 de Socialismo de medio planeta; también estas dos frases: «En las trincheras de la crisis medioambiental, o se es marxista o se es maltusiano» y «los conservacionistas deben romper sus vínculos con los guardianes del statu quo capitalista -los plutócratas, los charlatanes y los mercenarios- y unirse a quienes pretendemos ser sus sepultureros».
Waiting on the lightning.
Desayuno muy temprano en la cafetería más cercana a la clínica donde mi padre vivió sus últimas horas, la misma cafetería y clínica donde una llamada de teléfono me comunicó que sería director de Vivienda y Rehabilitación en AVRA, allá por 2014. Lo recuerdo como un ayer por la tarde, pero ya una década, la tristeza y sus agravios comparativos.
En Lebrija, los guardianes del statu quo capitalista convierten en dummies a la clase obrera. Piezas de recambio y corazones rotos hacen que el mundo siga girando, que cantaba Springsteen. Leo que el capitalismo nació hace cinco siglos en la campiña inglesa, así que nada nuevo bajo el sol de las tierras del Bajo Guadalquivir: trabajadores estables sustituidos por precarios de ETT, clase contra clase y al final manos que abandonan los cultivos. Nada que ver con los blablablás de las tertulias radiofónicas y los tractores contra las agendas verdes.