La estufa eléctrica

Jueves, hace frío en la oficina y no quiero tirar del aire acondicionado. Chary encuentra una pequeña estufa eléctrica en el almacén de la sede, la probamos y ¡funciona! Me dice: «Esta es la que usaba Concha Caballero».

Veo en Facebook que Pepa Álvarez está subiendo obras de Hopper. Me acuerdo de cuando vi algunos originales en el Reina Sofía, años ha, y de un lienzo que Marisol hizo interpretando una fotografía mía en el Parador de Cazorla -años ha, también- un poco al estilo del pintor norteamericano. Busqué una imagen en mi Flickr para mostrársela a Pepa y, buscándola, encontré también una foto de la última vez que compartí mesa de charla con Concha Caballero, en la biblioteca municipal de Dos Hermanas, allá por febrero de 2009. De hecho, aquella intervención suya la tengo grabada en un dvd, en casa.

Hace un año que Concha nos dejó; es la primera vez que escribo aquí sobre ese adiós, y lo hago de aquella manera, escudándome en lo que se podría llamar mi estilo de escribir.

Por la tarde asisto al pleno municipal de Bollullos de la Mitación, donde se aprueba por unanimidad el apoyo de la Corporación a los trabajadores y trabajadoras de Caymasa. Lo celebran en el teatro que tienen en la Casa de la Cultura, con las puertas abiertas. Mi primera impresión: qué diferencia a los plenos cuadriculados y casi clandestinos que viví en Dos Hermanas. Y, para colmo, la guinda: cuando acaba la parte institucional, después de los ruegos y preguntas de los grupos de la oposición, la secretaria y la interventora abandonan el escenario y el alcalde se pone a tomar los turnos de palabra que pide el público asistente. Cero trampas: cada cual pregunta lo que quiere, a quién quiere, incluso se permiten opiniones y lectura de documentos. Un pleno paralelo, carente de solemnidad y completamente solemne: el Pueblo pregunta y sus representantes responden, sin papeles de por medio, sin réplicas escritas de antemano: a saco, como una verdadera asamblea ciudadana.

El pleno acaba a las ocho y media de la tarde noche, y de ahí me acerco a Valencina, donde mis compañeros y compañeras celebran asamblea. Cuando llego a casa, ya es viernes, han caído unas gotas y, más que frío, humedad. La estufa eléctrica del dormitorio no funciona, así que el clima es apropiado para releer La madre de Gorki (quien dijo: «Cuando el trabajo es un placer la vida es bella. Pero cuando nos es impuesto la vida es una esclavitud»), que casualmente empecé coincidiendo con el aniversario de la muerte de Lenin.

Horas más tarde, después de dejar al pequeño ML en el colegio, me acerco hasta Canal Sur para participar en la concentración de apoyo a los trabajadores y trabajadoras de lengua de signos, que llevan casi tres meses en huelga. Con lo que cobraban, lo que llevan sin cobrar y lo que les proponen cobrar, no tendrá ni para estufas.

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