Jornada de reflexión.

«Del turismo se vive muy bien pero la Axarquía es para comer», dice un señor en la radio, quejándose de que los campos de golf han dejado sin agua los cultivos de la comarca. Los colectivos ambientalistas también critican el uso excesivo de agua en las plantaciones de aguacates y mangos. Los trastos a la cabeza y el pantano de La Viñuela al 8,9 por ciento. Si no aplicamos el cambio climático a todo lo que nos mueve en el día a día, lo llevamos claro.

La jornada de reflexión, en este siglo, debería ser un anatema electoral. Las historias de 24 horas y los muros de las redes sociales se comen la LOREG. Es evidente que hay que echarle una pensada a la ley, que ha envejecido peor que ciertas canciones de Los Ronaldos.

Esta campaña me ha enseñado que para otros menesteres igual es más necesaria la reflexión. Lo digo por la broma de senador y tal, o por el personaje Francisco Sierra. Yo, por ejemplo, nunca digo «Soy mayor», porque mi reloj biológico siempre ha sido de otra época, incluso geográfica. La timidez me impide demostrarlo en mi apariencia. Creo que Sierra me lleva ventaja en eso. Hay resortes que me señalan, pero a veces me llevo chascos. Un poner: Anoche dos enamorados mayorcitos se besaban en el metro. La escena me resultó tierna hasta que se bajaron en la parada de Nervión y vi a ella con un abanico de cartón verde de Vox. No me acostumbro a permanecer en guardia.

Han destrozado el banco donde suelo pararme a anotar las frases que me rondan por la cabeza durante mis caminatas nocturnas. Llevaba unas cuantas encima desde esta mañana, pero se me han olvidado. Creo que tenían que ver con el paisaje urbano que se me cruzaba por delante, al otro lado de los cristales del coche, mientras iba a la sede para recoger mi carpeta con la documentación de apoderado. Solo recuerdo que sonaba una canción de la Penguin Café. Habla de Londres, pero podría ser yo después de salir de la noche electoral de mañana, camino de casa.

Coordinador de Izquierda Unida Sevilla.