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Tal día como hoy, en 1851, Foucault demostraba, a través de un enorme péndulo, la rotación de la Tierra. Foucault escribió que el saber es el único espacio de libertad del ser. Cuenta Esteban Peicovich en sus Poemas plagiados que un niño argentino de diez años pregunta a su madre, después de salir de su primera misa católica:

-Decime, mamá… ¿amén es como enter?

En Mundo Obrero, José María Alfaya refiere esta anécdota y añade que «con mi whatsapp y mi twitter no puedo competir con tus televisiones». Unas páginas más adelante, Dolores de Redondo profundiza en la llaga:

Hoy la televisión no nos dice cómo tenemos que pensar, sino sobre qué debemos hacerlo; marca los temas sobre los que se habla y se discute en cada centro de trabajo, en cada centro de estudio, en cualquier conversación. Cada mañana al despertarse toda España habla de lo mismo, en los cuatro puntos cardinales, y eso implica que también se ha decidido de qué y de quién no debe hablarse.

En el nuevo periódico digital patriota de Pedro J., J. A. Montano decide que somos marxistas de chalet. Hay quienes utilizan el saber para decirnos qué tenemos que ser, en un país donde es más fácil ser Billy el niño que Marcos Ana. Quienes abrieron las heridas, dejaron a sus herederas y herederos gobernando congresos y púlpitos, ideológica y, en ocasiones, genealógicamente hablando (perdón por el palabro), saben lo que son y saben darle al enter para cuanto quieren que sepamos. En eso utilizan la libertad: cuando escuché la canción ‘Pobre Nicolás’, pensé que se refería al pequeño, pero no, era al grande, al gran olvidado por la Historia. Foucault tenía razón, pero nos encargamos de quitársela cada día que pasa.

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