El cementerio de Montparnasse es el lugar perfecto para encontrar lo que ya no existe. Allí, hace casi un año, fui a encontrarme con Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre, y también con Cortázar (y visité a Serge Gainsbourg, a Baudelaire, a Saint-Saëns…).
Desde aquel día hasta hoy, Simone de Beauvoir se me ha aparecido varias veces. Su lucha ha estado muy presente en la huelga feminista («Mujeres: se lo debéis todo», gritó ante su féretro Claude Lanzmann, uno de sus últimos amantes), en las concentraciones contra las sentencias de «la manada» y en defensa de Juana Rivas. También está visible en casa, gracias al libro de Carmen G. de la Cueva Un paseo por la Vida de Simone de Beauvoir, en cuya contraportada se escribe:
«Por los pasillos de la casa de Simone no caminamos solas ni de puntillas. Vamos todas cogidas de la mano: Simone, vosotras y yo, como unas amigas que después de mucho tiempo vuelven a encontrarse para hablar y saber por fin que otra vida es posible.»
Hace unos días volví a reparar en el trío tecnopop Au revoir Simone, al que seguí desde sus primeros pasos, allá a comienzos de este siglo, hasta que recientemente las vi interpretando una de sus más emocionantes canciones en la nueva etapa de Twin Peaks.
Según Wikipedia, no existe relación alguna entre el nombre propio de la banda de Brooklyn y nuestra escritora y pensadora de Beauvoir. Aunque parezca una frivolidad, hablando de diseños de camisetas con José Manuel (compañero trabajador de IU Andalucía y amigo de Dos Hermanas), se me ocurrió unirlas. Llevarlas juntas en una camiseta tal vez no resulte especialmente revolucionario, pero al menos es un gesto, un reconocimiento y, sobre todo, una forma sencilla de no olvidar.