Oí silbar a alguien

Hay poca gente en el parque, se puede patinar y elegir sol/sombra para sentarte en la terraza del bar; el aparcamiento del Arenal está vacío de domingo cotidiano y la confitería San Rafael tiene echado el cerrojo.

La instantánea del viernes santo en esta chincheta del mundo huye del bullicio que se le podría presuponer. Abundando: ninguna llamada en el móvil, cuscús para merendar.

Actúa siempre como si una cámara te estuviera vigilando

Aprender a comportarse en público ante las prisas y los nervios; las dudas: colapso en la Junta Electoral Central, nuestra gente esperando en los juzgados.

El aparcamiento de la Plaza del Arenal amanece estos días con el canto de un pájaro -supongo un mirlo invasor- que encajaría a la perfección en el primer movimiento de la sinfonía número 11 de Philip Glass, esa nueva maravilla sonora que me acompaña cada vez que urge un antídoto de euforia.

A cualquiera puede sucederle

En este mundo hay a quien le gusta saber los horarios de los medios de transporte y se pasa el día comprobándolos. También hay quien hace barcos de un metro de largo encolando palillos. Por tanto, no es tan raro que haya por lo menos una persona que quiera entenderte, ¿no te parece? página 190 En Tokio Blues, la última novela que he leído, la tristeza es estéticamente bella, como las arrugas. Y la muerte no es nada más que una parte de la vida, donde los que se van permanecen eternamente con la misma edad, donde los que se…