Fotogramas de la semana: cafés, Laura Palmer y cantos del gallo

En cada campaña electoral surgen anécdotas de trastienda. Una parte son inconfesables, otras darían cuerda para rato si hubiese una cámara permanentemente grabando tus pasos, algunas más (tal vez la mayoría) se quedan para la intimidad.

Sin ánimo de hacer un ejercicio de buenismo, en esta fría campaña (por la climatología) ha habido calor humano. No es la primera vez que sucede: recuerdo el mismo calor en aquellos terribles quince días de diciembre de Unidad Popular, cuando la noche del 5 al 6 me informaron de que habían ingresado de urgencia a Antonio Maíllo en el hospital. Desde entonces hasta ahora, todo ha ido mucho mejor y el anecdotario coleccionable viene encarpetado con un emoticono sonriente.

El café de La Rinconada, los montajes de Marcos Toti (pintor, artista y Alcalde de Zalamea la Real), el centenar de personas a la hora del café en Los Corrales, la intendencia de Utrera, la concejala del PP en (…inconfesable…) que viene a un acto y te dice que va a votarnos (y me consta por otras personas que lo hará), o el taxista que nos viene a la sede a recoger 200 papeletas de voto de Adelante Andalucía.

También la oscuridad de la noche por carreteras, cuando vas conduciendo y tienes la sensación de que en cualquier momento te va a salir Laura Palmer tiritando de entre los matorrales, o los atardeceres de nieblas altas que multiplicaban el color del aire, o la permanente voz de la chica del googlemaps como única referencia casi humana entre las curvas de la Sierra Sur.

«Y caminando iba pensando que ganar siempre es tentar a la otra cara de la suerte»: la de veces que he tarareado esta frase de El canto del gallo (no sé por qué: hay ahora un anuncio en Twitter que dice que el 87% de tu cerebro es subconsciente y sólo el 13% restante es consciente, o algo así). La sensación de músico ambulante, debe ser…

Que esta campaña ha sido durísima en la tramoya, como lo son todas, que te duelen los ojos mientras escribes aquí; que algo hizo crac cuando llegaste a casa y no dejabas de mirar el teléfono móvil ni siquiera cuando tu hijo te contaba cómo le había ido el día, y pensaste: «Esto no puede volver a suceder»; o mientras estás comiendo el menú del bar y miras y escuchas las conversaciones en el resto de las mesas y te das cuenta de que vives encapsulado (otra letra de canción, esta de Springsteen: «Piezas de recambio y corazones rotos hacen que el mundo siga girando»).

Esta mañana me escribió Mai que una compañera de Canal Sur le había comentado hace un par de días que le gustaba mucho como hablaba. Cada vez que intervengo en un acto, cuando termino y voy de vuelta a casa, si voy acompañado suelo pedir opinión. «Critícame», le dije anoche a María Izquierdo saliendo de Lantejuela. Mi nivel de autoexigencia es también una anécdota permanente (no sólo en campaña, pero sobre todo en campaña), que se compensa cada vez que me sonrojo porque alguien me califica de «ubicuo».

En cualquier caso, uno no deja de sorprenderse cómo hay gente que va a escucharte, que te cuenta sus cosas, que te preguntan, que quieren fotografiarse contigo, que te desean suerte. Como siempre, ese listado de pequeñas cosas son lo mejor. Gracias por estos días, y por los que vendrán.