El sentido común de nuestra cultura dominante es el aleteo suave de una mariposa en España que acaba provocando un desastre humanitario en Lesbos. Así de inocente, así de brutal.
Algo hace crack cuando vuelves de un campamento de refugiados y ves los anuncios de Navidad de El Corte Inglés y las calles llenas de luces y el alcalde nos organiza un espectáculo lúdico con espuma y chorros de agua. Me lo ha dicho un bombero de Proem-aid, que está pendiente de juicio por salvar vidas. Parecido le sucedió a mi compañera Gertru Vargas cuando llegó de visitar los territorios palestinos ocupados por Israel, cuyo gobierno genocidio se pasea por la comunidad internacional disfrutando de apoyo y la más absoluta impunidad.
De estas cosas es inevitable hablar, incluso en el azar de una caseta en la feria de Sevilla. Más de dos horas conociendo su labor, sus experiencias personales en el Mediterráneo y en tierra firme. Incluso, sus estados de ánimo, cómo les ha cambiado la percepción de la vida y de la sociedad en que vivimos.
Con ellos, una sensación agridulce, mezcla de admiración y frustración, de rabia y total respeto. Todo mi apoyo y más: al compromiso del primer encuentro casual, seguirán otros.