Memoria sonora de 2016: La vie devant soi

Dos previas:

Primera: no dar por hecho que el libro de los gustos está en blanco, ni que sobre gustos no hay nada escrito. De la misma forma que nos meten por los ojos qué pensar, qué noticias son las que tenemos que leer o quiénes son los buenos y los malos de la película, también nos meten con calzador qué libros, qué canciones o qué cine tenemos que comprar, ver, escuchar. El espíritu crítico es un todo cultural, en el sentido gramsciano de la acepción.

Segundo: no dar por hecho que lo mejor es nuestra década prodigiosa, aquella en la que éramos jóvenes y nos burlábamos de los gustos de nuestros padres. No hagamos lo mismo que ellos, actualicemos nuestros registros, la buena música no murió en los ochenta (para mi generación), ni todo es un remake de los sesenta-setenta (la generación anterior).

Y una tercera: pese a la Primera y la Segunda, que cada cual escuche, lea o vea lo que le parezca, que aquí nadie está para dar lecciones 😉

No todo va a ser follar

Sales de casa a las 8,35 h. silbando una canción de Javier Krahe que has escuchado la noche anterior. Camino de la escuela, tu hijo te pregunta cuál es la diferencia entre un colegio público y uno privado. Cuando se lo explicas, te dice que él, de mayor, llevará a su niño o niña al Cervantes.

La normalidad en la radio pública estatal es tal que los tertulianos y tertulianas de ABC ya son los más progresistas y argumentar no es necesario porque el Partido de los Cuñados ha implantadp el sentido común. El techo de gasto es el sentido común, es sentido común que las pensiones públicas son insostenibles y los recortes son sentido común y constitucional.

Como siempre sin tarjeta

De nuevo, charla sobre el TTIP con mi compañero Sebastián Mendoza, esta vez en San José de la Rinconada y con Trump emborronando los discursos de las cancillerías, que últimamente no ganarán para típex y Ctrl+Z.

La capacidad del capitalismo salvaje para metabolizar los imprevistos es tan eficaz como la de las bolsas para recoger dividendos de cualquier shock repentino. Si a este lado del río tuviéramos esa misma capacidad… pero no, al final el fascista del flequillo dorado ha venido a cambiar el pantone del paisaje otoñal, qué tiempos aquellos en que cada 9 de noviembre lo recordábamos como el día del ramito de violetas.