Bots & Trolls, Cookies, Garrapatas, Umberto Eco y el efecto Lázaro

Las cookies de mi tablet no entienden de manifestaciones fascistas: me siguen animando a conocer a mujeres mayores de 50 años “en la región de Dos Hermanas”. En términos comparativos, esas galletitas adheridas al navegador web contaminan mucho menos y son mucho más patriotas que los bots & trolls, por no hablar de la inteligencia.

Aunque quien lo explica mejor que nadie es Diego Cañamero, siquiera sea de refilón (en este caso, al estilo caverna mediática: fuera de contexto), cuando advierte en Twitter que hay que tener cuidado al salir a pasear o a hacer deporte y no acercarse a las hierbas porque hay una plaga de garrapatas y se pegan rápidamente a la ropa y a los perros. La garrapata se alimenta de sangre, así que el concepto es más afinado que el utilizado hace poco por Pablo Iglesias.

(La metáfora se puede arrugar más que la belleza).

Hace unos días volvió a fallecer Umberto Eco(*). No es la primera vez, aunque su cerebro dio para tantas vidas mortales que merece las resurrecciones pasadas, las que vengan y hasta las que se inventase el entrañable malísimo Reencarnación Vargas, antes Maral (ya no se hacen malos entrañables como los de antes, ahora señalas a un miserable y siempre hay quien considera que te has quedado corto).

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Con Eco, el efecto Lázaro se me apareció por Facebook y, cosas del azar, debió rebotar en algún rincón de Twitter a través de su discurso ‘Los 14 síntomas del fascismo eterno’, que lo mismo valen para Italia que para España, en boca de apellido ilustre del antiguo régimen o en tuit de portero de fútbol coronado. Sea como fuere, qué razón tuvo Matteo Renzi cuando expresó sus condolencias a la familia de Umberto Eco, destacando su inteligencia capaz de «anticipar el futuro».

(El futuro está tan arrugado como el pasado).

(*) Hace un par de días, alguien publicó en Facebook la noticia de eldiario.es que anunciaba su fallecimiento.

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