Dice la Wikipedia que «Al contrario de las jaulas de pájaros, los aviarios permiten a las aves un mayor espacio para volar. Estos a menudo contienen plantas y arbustos que logran la simulación de un hábitat natural». Esa sensación de sentirse prisioneros en un decorado de aparente libertad debió vivir Julia Holter después de la victoria de Trump en las elecciones presidenciales de 2016. Según cuenta en una web musical -no encuentro el enlace- su respuesta fue refugiarse en la música: «Realmente sentí que necesitaba sumergirme en sonidos catárticos. Eso fue realmente lo que hice». Lo que surgió de esa introspección es Aviary, por ahora lo que más me ha gustado en lo que va de año, musicalmente hablando.
Influenciado en parte por la partitura de Vangelis para la película Blade Runner, los 15 temas de Aviary son «exploraciones inmersivas de sonido y textura, construidos alrededor de capas de sintetizadores, cuerdas, trompeta y percusión», a veces con un toque barroco, como en «Chaitius» o «Colligere», otras llenas de chirridos y bucles vocales («Voce Simul»), o estridentes mezclas de cuerdas, claxon y gaita en «Everyday Is an Emergency» («Lo cotidiano es una emergencia»).
Holter llama a todo esto «cacofonía de la mente en un mundo derretido», una partitura futurista inspirada en un pasado tumultuoso: la historia medieval de Un espejo lejano: El Calamitoso Siglo XIV, de Barbara W. Tuchman.
Esa inspiración medieval a veces retrocede todavía más en el tiempo y se vuelve mediterránea -en algunos pasajes me acuerdo de La catedral sumergida, de Alberto Montero-, como ya hizo en un trabajo anterior, donde utilizó el antiguo drama griego Hipólito como material de partida. El título, Aviario, proviene de una línea que leyó en un cuento del escritor libanés Etel Adnán.
Aquí una traducción más o menos indígena de la crítica del disco en The Guardian:
Decir que el quinto álbum de Julia Holter es denso y difícil es quedarse corto. Cargado de referencias literarias, textos y letras latinas que se tensan bajo el peso del significado impresionista, es un disco difícil de analizar pero fácil de admirar. En su álbum anterior, Have You In My Wilderness (2015), Holter demostró que podía condensar sus sensibilidades vanguardistas en canciones pop. Esta vez, la compositora de Los Ángeles ha aflojado las riendas, creando una colección de temas ricos, expansivos y sólo ocasional y enloquecidamente obtusos.
Holter ha dicho que su intención era usar Aviary para meditar sobre el caos actual del mundo, algo que está claro desde el principio – el inicial Turn the Light On se parece a El Grito en su forma musical-. Sobre el estruendo y el chillido de una orquesta desatinada, Holter llora lisa y llanamente, alternando su voz entre un bramido de sirena en la niebla y un vibrato parecido al de una oveja. Hay un tema llamado Everyday Is an Emergency, que comienza con divertidas gaitas disonantes que se transforman en el sonido de una alarma, y numerosas alusiones a la guerra, tanto antigua como contemporánea. A pesar de su preocupación por el malestar moderno, Aviary remite sonoramente a los cantos medievales, a los trovadores y a las fanfarrias de latón, pero también posee una nostalgia más romántica, gracias a una sección de cuerda celestial que amortigua los sonidos más abrasivos.
La mayor parte de Aviary está concebido para reflexionar atentamente, pero hay un puñado de momentos más directos. El hechizante y brillante I Shall Love 2 se va convirtiendo poco a poco en una balada de música pop de cámara, cuya cualidad de zumbido y sensación de desorden infantil recuerda a Velvet Underground, algo así como una alegre pieza de post-punk electrificado, mientras que Les Jeux to You presenta un alegre staccato cantando en un inglés roto que se asemeja a un extraño europop de la década de 1970. Holter no deja caer estas migajas alegres tanto como para engatusar al oyente a lo largo de los 90 minutos de esta epopeya. Sin embargo, sigue habiendo un exceso de belleza y de inteligencia en la tienda para quienes estén dispuestos a quedarse.