El jueves pasado volví a Las Cabezas, justo hizo un año de la última vez que estuve allí. Tantas cosas han cambiado… quién nos lo iba a decir. Pero hay que seguir, y así lo entiende nuestra asamblea, que está arreglando su nueva sede a base de esfuerzo militante, incorporando a compañeras y compañeros jóvenes, enfrentando con valentía los retos y con ganas de aprender. Savia renacida, que supera con modestia y (pero) arrojo un tiempo no muy lejano en que todo parecía apagarse lentamente.
De la misma forma, aquella visita de marzo de 2020 a Las Cabezas se me aparece como un inusitado cierre de ciclo y la del pasado jueves, tras un paréntesis de 365 días, inauguró una etapa distinto, aún por recorrer y descubrir. En medio, un bucle incierto, con momentos amargos y mucha, mucha reflexión, que personalmente ha sido útil para armar la ciudad interior que me bulle dentro. Nunca el tiempo es perdido, que cantaba el músico del Poblenou.
No sabemos cuantas olas de virus nos quedan, ni su crudeza, pero, con todas las precauciones que se despachan, la semana que entra empiezo a viajar en modo nueva normalidad. Algunas de las citas concertadas y de las actividades previstas, no por azar, beben de las consecuencias de la pandemia.
Qué duda cabe, una de las más importantes fallas detectadas durante el año Covid ha sido el desmoronamiento de la sanidad pública. Aquello que tanto exigíamos antes, que tanto reprochábamos a los gobiernos de Susana Díaz y luego al trifachito andaluz, es hoy una reivindicación urgente e incuestionable. De la crisis sanitaria no podemos salir sin impugnar un modelo que ha saltado por los aires, que se ha quedado sin costuras justo cuando más se ha necesitado y que solo ha sido capaz de mantenerse en pie a base de sobrecarga y saturación de trabajo y agotamiento físico y mental (con un coste humano en vidas y salud insoportable) del personal de la atención primaria y de los hospitales.
Lunes con nuestra gente de Alcalá del Río, martes de videoconferencia, jueves de manifestación y sábado de concentración, con parada previa el viernes en el centro de salud cerrado de El Priorato, una pedanía de Lora del Río, justo a un año (también) de su cierre. Todo girando en torno a la misma cuestión: hay que recuperar, mejorar y exigir un sanidad pública andaluza de calidad, sin recortes, con medios suficientes para una atención digna. Cualquier excusa está rebatida por los hechos, cualquier amago de privatización es una traición al pueblo, a la democracia bien entendida, a los derechos más básicos de las personas.