Primer día de descanso en dos semanas. Derramo el café mientras leo «La gente moralmente le teme a la luz y a la lucha en que pueda verse comprometido su confortable sistema de la comodidad.» (carta de Hegel a Schelling, 1795). Soy ese manirroto que se mancha la ropa por exceso de celo, el mismo que recibe las manchas ajenas cuando alguien revolotea una copa de vino.
Metafóricamente hablando, me pasa algo parecido en política, pero hace tiempo que aprendí de Antonio Rodrigo Torrijos que ni el Fondo Monetario Internacional, ni el Banco Mundial, ni la Organización Mundial del Comercio están pendientes de esa boutade intelectual. En cambio, sí me sirve de gran ayuda para adentrarme en el conocimiento de la condición humana; eso me hace sentir como si tuviera tres corazones prestados dentro de un escapulario.
En estos días he cerrado dos hitos importantes de mi agenda particular. En realidad no son más que peldaños de una escalera sin fin a la vista, pero es importante recorrerlos para subir y no retroceder, como con la utopía de Galeano.
«Descubre Sr. Chinarro», me dice la app de música por streaming; sus algoritmos han debido jugarle una mala pasada, algo así como un golpe de estado judicial, eclesiástico, mediático, policial… Algo así como la portada del ABC sin grapa, vaya.