El partido.
Hace casi cuarenta años que no pisaba un campo de fútbol. Con mi padre vi jugar a Johann Cruyff y, ya de adolescente, tuve un carnet (1.250 pesetas la temporada) para acompañar a un amigo, cada dos semanas, a matar el aburrimiento de aquella Dos Hermanas en sepia post franquista. Luego entré en la Universidad y… hasta hoy.
CC.OO: Gente con Clase.
Este sábado por la mañana he asistido al acto organizado por CC.OO Sevilla de reconocimiento a su afiliación, especialmente a aquellas personas que acaban de cumplir 25 años de vinculación al sindicato.
Día de la República: Que no nos arrebaten la patria.
Celebro el Día de la República porque no permito que me arrebaten mi patria, porque no hay relato más vacío y zafio que aquel que reniega de Emilia Pardo Bazán, de Mercè Rodareda, de Gabriel Celaya. Porque una patria es más grande y más libre si plural, diversa y mestiza, la de la infancia en un patio de Sevilla y el adiós en Collioure. Es cierto que mi bandera solo es de un color, pero este 14 de abril rojo, trigo y violeta, me niego a que me arrebaten nuestra patria entera, la España de trabajadores y trabajadoras de toda clase, de Libertad y de Justicia, la España del Pueblo.
Pilas: Iniciativas parlamentarias para mejorar el transporte público, arreglar la A-474 y poner fin a los recortes en el servicio de pediatría.
Todo es posible en domingo.
Anoche me acosté fascinado tras escuchar partes de la décima sinfonía de Beethoven (sic) en una versión reconstruida por el musicólogo Barry Cooper a partir de bocetos y notas que dejó el compositor. No es 100% Beethoven y solo es un movimiento, pero emociona (no conozco la completada, más recientemente, con inteligencia artificial) y me sirve para borrar los nubarrones que dejan la cronología de Twitter o los últimos trolls de Facebook. Cuestión de equilibrios para no desgastar la mucha o poca riqueza mental que te queda.