Celebro el Día de la República porque no permito que me arrebaten mi patria, porque no hay relato más vacío y zafio que aquel que reniega de Emilia Pardo Bazán, de Mercè Rodareda, de Gabriel Celaya. Porque una patria es más grande y más libre si plural, diversa y mestiza, la de la infancia en un patio de Sevilla y el adiós en Collioure. Es cierto que mi bandera solo es de un color, pero este 14 de abril rojo, trigo y violeta, me niego a que me arrebaten nuestra patria entera, la España de trabajadores y trabajadoras de toda clase, de Libertad y de Justicia, la España del Pueblo.
En la radio, otras efemérides: 50 años de la muerte de Nino Bravo y en mi recuerdo una secuencia nocturna, en la esquina del bloque de pisos donde vivía, Manolito (así me llamaban todas las madres del barrio) le contaba a un amigo (no recuerdo a quién) que habían dicho en la tele que el cantante había fallecido en un accidente. 25 años del primer disco de Los Planetas, origen patrio-granaíno de cierto indie que no formó parte de mi devocionario (ni ahora). Dos personas muy queridas cumplen años precisamente hoy, Ana y José Manuel; el azar republicano tiene estas gratas vicisitudes. Y una canción desesperada: hoy despedimos a nuestro querido camarada Antonio Morales, el Chato, a quien muchos tendrán en su memoria por la extraordinaria generosidad que derrochó en los tiempos difíciles y yo, particularmente, por su amplia sonrisa, su sentido del humor y por ese cariño especial que derrochó conmigo.