El partido.

Hace casi cuarenta años que no pisaba un campo de fútbol. Con mi padre vi jugar a Johann Cruyff y, ya de adolescente, tuve un carnet (1.250 pesetas la temporada) para acompañar a un amigo, cada dos semanas, a matar el aburrimiento de aquella Dos Hermanas en sepia post franquista. Luego entré en la Universidad y… hasta hoy.

Hace poco más de un año mi hijo no sabía ni cómo era la indumentaria del Betis, pero sus amigos se lo han camelado y ha empezado a ver algunos partidos. Por sus buenas notas del trimestre en el instituto le regalamos un par de entradas, así que, al menos por una vez, he vuelto a recuperar mi condición de acompañante futbolero, aun a riesgo de convertirme en el Mr. Bean de la montaña rusa.

Tal vez dentro de cuarenta años mi hijo escriba algo parecido a esto y recordará aquel Betis-Español en que, por primera vez, visitó un campo de fútbol con su padre.