Cinco días de casi desconexión y después a casa por vacaciones, que es el título de una película sobre la falta de comunicación humana (estamos en el mes de los divorcios). Se pueden añadir etiquetas por un tubo para calificar al mes inhábil por naturaleza, tanto a nivel personal como social: del reciclaje, del descanso, de la vuelta al pueblo; de los contrastes y las desigualdades en el ocio; mes de las obras y las caravanas; de los excesos gastronómicos y las marabuntas…
Hay agosto de poderío, de postureo e hidalguía, y agosto para pobres, igual que pasa en navidades, agosto de explotación de camareros de bar y camareras de piso, de bolsas de empleo y programas veraniegos en las administraciones.
El mes de plena canícula, para mí, es también el mes de más humildad. Del aprendizaje, que a fin de cuentas es una manera de ser humilde.
Mientras escribo esto escucho la última colección de temas de Nils Frahm, completamente maravillado. Antes he leído una reflexión de Kechu Aramburu, en El Correo, sobre la jubilación de Pepe Mújica. Y previamente, no pude evitar escribir en Facebook esto:
«Jodan con los impuestos a los de siempre o nos veremos obligados a joder a los de toda la vida».
El texto es una saeta disparada al corazón del sistema, pero lo que llama la atención de la viñeta es, efectivamente, el hacha.
Luego lees el excelente y esclarecedor artículo de Emilio de la Peña y lo entiendes todo. Tan fácil como responder a la pregunta ¿Por el interés de quién mira Albert Rivera cuando afirma que los españoles ya pagan muchos impuestos?
Y así, siguiendo la línea del tiempo, desde esta mañana hasta la tarde del 5 de principios de mes.
De este mes, en que descubrí mi escaso ácido fólico, me guardaré muchas buenas cosas de las relaciones humanas, de las familiares y también de las otras, y un montón de buenas imágenes. Pero cuando alguien pregunte en el futuro aquello de ¿Qué hacías tú en el verano del 18? no olvidaré referenciar mi envidia sana por el conocimiento de quienes he leído en las revistas Mientras tanto, Contexto, Nuestra Historia, La Marea, Mundo Obrero… o los libros de Alberto Garzón (Por qué soy comunista), y Carmen G. de la Cueva (Un paseo por la vida de Simone de Beauvoir), los ensayos de Dígaselo con Marx o de Antonio Antón sobre populismos.
Y recordaré lo difícil de explicar el poso que me dejaron las películas El joven Karl Marx o Lucky… y que pensé «esta es la banda sonora vital que me hubiera gustado hacer» imaginando como All music nacía, crecía e inundaba el interior del estudio de una antigua radio berlinesa de la RDA.