El privilegio de estar bien acompañado.

A las diez y media de la mañana aún no ha empezado la feria y el metro ya es el primer callejón del infierno. Camino al ralentí entre el aluvión, diez minutos hasta la PCEra bordeando el Parque de los Príncipes. En algunos balcones hay pancartas con mensajes folclóricos, del tipo "En Sevilla hay que morir" o "Mírala cara a cara" y también una bandera del Athletic. No soy feriante, pero hoy es un día especial, único en diez mil millones de años.

Pertenezco a ese ramalazo generacional

que, como Antonio Luque, observamos con cariño las viejas fotos de la primera comunión, pero decidimos que nuestros hijos crecerían moritos. Las mías (mis fotos), una en color de Estudio Alba y otra cutre en blanco y negro rotísimos, con tres amigos del alma, en medio del albero donde se cortaban las avenidas Reyes Católicos y Los Pirralos, entonces Cardenal Cisneros. Gracias a los abuelos comunistas, el asfaltado, las aceras y el agua potable llegaron años más tarde a esos barrios humildes de Dos Hermanas. Hoy sería un troleo peatonal marcarse un selfie en ese mismo cruce.

Etiqueto esta semana

con la canción Tes desirs font desordre, de Cali y Dominique A, una suerte de Insurrección dulce, banda sonora de un primer lunes de abril con María Cortijo ilustrando Estampa Popular Sur a nuestra cuadrilla comunista, resolviendo el enigma del retrato a lápiz que su padre nos dedicó hace décadas.

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I’ve changed my routine now I’m clean.