Un domingo de sol ante el Palacio de San Telmo, acompañando a representantes sindicales, docentes y comunidad educativa que, una vez más, rechazan la oferta de unidades de la Junta de Andalucía para el próximo curso. En lo concreto, si no lo remediamos, el tijeretazo a la escuela pública en la provincia de Sevilla va a ser de 126 unidades en infantil y primaria, resultando los municipios de Tomares (5), Bormujos, Alcalá de Guadaíra, Dos Hermanas (4 cada uno) y Lora del Río (3) los más afectados.
Este nuevo recorte ha logrado el rechazo unánime de los sindicatos de clase y profesionales, pero ha sido bien adornado mediáticamente por el director del diario de la grapa, que minutos antes de la concentración publicaba un tuit diciendo que en 1975 el número de niños era el doble que ahora, motivo por el cual «sobran aulas». «Faltan profesores», le respondió una amiga de inmediato, nobleza proletaria obliga. Y es que a mayor ratio alumnado/clase, peor calidad de enseñanza (no hace falta ser un séneca para entenderlo), y ya me parece alta la reivindicación de máximos que proponen los sindicatos (20 alumnos/as en infantil y primaria, 25 en secundaria y 30 en bachiller).
No, señor Ybarra, no, dele la vuelta al disco rallado: faltan docentes y sobra, eso sí, educación privada concertada.
En mi ruta cinematográfica por la ‘nouvelle vague’ he aprovechado los ratos libres para ver La Pointe-Courte y Cléo de 5 a 7 (ambas de Agnès Varda), Los primos (Claude Chabrol) e Hiroshima mon amour (Alain Resnais). Me estoy reservando a François Truffaut, del que sí he visto el cortometraje Los mocosos y tengo preparado un Cahier du Cinema dedicado a su obra para hacer compañía.
Google Maps me recuerda que en febrero he visitado 42 sitios (18 nuevos) en 13 ciudades (una nueva: Alcolea del Río); que solo he caminado 9 horas (20 km.) y he permanecido 2 días y medio sobre ruedas (1.705 km.). Leo el correo mientras The New Raemon canta «Un impulso hacia el caos / Un impulso hacia el orden», una especie de deci-delà que viene al cuento.