Un flamenco famoso le dijo una vez a su hijo: T煤 茅chate a volar, pero no te muevas. Todo apunta a que el hijo no lo entendi贸, o no lo aplic贸 demasiado, pero eso no quita m茅rito a la frase.

Un siglo (por lo menos un a帽o) que no paseaba por los caminos de la ribera del Guadaira. Domingo de sol, ya sin miedo a los columpios ni a las escaleras de los parques infantiles.

Esta semana me he salido del mapa, aprovechando acueductos para buscar conocimientos, aprehender. En Bruselas nos hemos encontrado con relatos que no nos cuentan quienes hacen negocio con los derechos humanos, con historias que persiguen plusval铆a social, el progreso entendido desde las arterias y no desde los bolsillos.

La ciudad, como un mantel extendido sobre hierba mojada, s贸lo vista a trav茅s del cristal del autob煤s de vuelta Plaza de Luxemburgo-Gare du Midi, la central nuclear camino de Charleroi, los controles de entrada y salida, los militares empaquetados de cuatro en cuatro por las aceras y los andenes.

Tanto ajetreo que, veinte d铆as despu茅s del adi贸s para siempre a mi padre, todav铆a no he encontrado el tiempo necesario (ese que tiene una vara de medir diferente a la m茅trica de los minutos y segundos) para recoger mis cosas m谩s personales (las que queden, las que debo conservar) de la casa donde viv铆 mis primeros treinta a帽os. 

Todav铆a no se me ha despegado esa nota mental dominical que pon铆a: 芦ir a ver al viejito a mediod铆a禄. Asumido: de hijo y padre, a s贸lo lo segundo, las etapas se suceden inexorablemente, tempus fugit y gracias.

Pensando: escribes en Facebook, en Twitter, en Telegram, subes fotos y mensajes a Instagram, compartes v铆deos y canciones de Spotify… y no dejas nada para el blog, un preadolescente de m谩s de 10 a帽os. 

Decisi贸n: Cambio de tornas: el preadolescente ser谩 notario.