El efecto multiplicador

La calidad no es buena, la intención es lo que cuenta (qué remedio)

En ocasiones no hace falta que te corra sangre argentina por las arterias para interpretar la tarde con Piazzolla. Oblivion contiene ese lenguaje universal, que lo mismo atraviesa una siesta veraniega en sepia, una escena retrofuturista de Won Kar Wai, o los aplausos de una plaza desierta en mitad de la pandemia. Ánimo, a ti también te pasa lo que a mí: has aprendido el efecto multiplicador de la expresión ‘echar de menos’. No lo olvidaremos cuando volvamos a las calles.

Juana y Mayte (y viceversa)

En política hay una delgada línea roja que separa los principios ideológicos de los cálculos electorales; atravesarla, pisarla o sencillamente borrarla es muy sencillo, sobre todo cuando hablamos de política municipal, donde las personas que votan y las personas votadas son literalmente vecinas. Me lo dijo una vez un concejal del ayuntamiento de Dos Hermanas: «al pueblo hay que darle lo que pide, no lo que necesita». Un ejercicio de grouchomarxismo puro, muy útil si quieres hacer política para estar y permanecer y no para mejorar y cambiar el mundo.

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